Si bien el hecho de la batalla de Orreaga ocurrió realmente, pronto se
intento difuminar que es lo que allí había pasado, quienes intervinieron
y sobre todo que consecuencias tuvo. El hecho en si, y quienes
combatieron, esta probado de un lado por los documentos conservados y,
por otro, con los efectos que dicha batalla trajo consigo para las
personas que Vivian en un radio de doscientos kilómetros alrededor de
Orreaga, especialmente la consolidación de la independencia de los
vascones frente a los francos. El primer documento de que se tiene
noticia son los anales carolingios, redactados por Eginhard bajo el
reinado de Luis el piadoso, hijo de Carlomagno, donde se recoge el
ataque –al regreso de la expedición a Hispania- que sufrió su ejercito,
después de haber derribado las murallas de Pamplona-Iruña, durante el
paso de los pirineos, a manos de los vascones.
Pierre Narbaitz,
al igual que los autores de otras muchas investigaciones, marca con
cierta aproximación el lugar de la batalla, “el escenario, o por lo
menos como punto de inicio, la tradicional vía romana Burdeos-Astorga,
por encima de Ibañeta, sin duda no lejos de Bentarte”. Lo que coincide
con el tramo de la calzada romana de seis metros de anchura que corta la
ladera norte del Txangoa a lo largo de casi tres kilómetros, hoy en
buena parte cubiertos por hayas. Dicho lugar por su valor estratégico ha
sido escenario de repetidos enfrentamientos armados, por ello y para
proteger el idóneo paso de los ataques se levanto la torre de Urtulu y
el Chateau Pignon o Castillo del Peñón. La mecánica de la batalla se
desarrollaría, con rapidez, así, mientras se produce el reagrupamiento
del ejercito vascon en la cara sur del Txangoa, permiten pasar a la
mitad de la armada franca, dejándose a continuación caer desplegados
ladera abajo por la vertiente del Txangoa sobre la calzada, en donde
circulaba ya la retaguardia franca, formada por varios miles de soldados
que, abatidos con gran fuerza sobre la estrecha y alargada plataforma
que forma la calzada, corren a refugiarse ladera abajo fuera de la misma
donde son rematados por el resto del ejercito vascon que allí esperaba
emboscado. El historiador Bernad Giquel sugiere a este respecto que no
fue Carlomagno sino su hijo, Luis el piadoso, el que padeció el
verdadero ataque de los vascones a sus tropas en Orreaga, pero en el año
824. Entiende que los hechos atribuidos a Carlomagno en el 778 y el
personaje de Roldan son ficticios y le sirven a Luis el piadoso para
excusarse de “haber sufrido allí una derrota, pues aquella desgracia ya
le había ocurrido a su padre”. No obstante, están suficientemente
documentadas las tres sucesivas batallas de Orreaga, en 778,812, y 824. A
consecuencia de esta victoria nace dicho año el reino de los vascones o
de Pamplona con Eneko Aritza como primer rey.
En cada época,
se había utilizado la batalla de Orreaga, relacionada con la leyenda de
Compostela, para diversos fines políticos. Sobre el hecho cierto, de una
victoria de los vascones, se han superpuesto relatos figurados –a cual
de ellos mas fantástico si cabe- que constituyen cuatro temas
principales –Santiago, La Chanson de Roland, Castilla seudo protagonista
y las calumnias a los navarros-, que con evidente internación habilidad
han ido negando la realidad política y el derecho de existir a la
sociedad circumpirenaica que objetivamente no es francesa ni española.
Primero, Santiago. La más rotunda oposición conocida a la leyenda de
Compostela la protagonizo el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de
Rada, el 13 de noviembre de 1215, antes del comienzo del Concilio de
Letran IV. El arzobispo de Compostela pretendía la primacía sobre el de
Toledo por alegar que Santiago –que jamás estuvo en Hispania- había sido
el iniciador del santuario de Compostela. El de Toledo dijo que dichas
afirmaciones no tiene “otro crédito que el que se puede conceder a los
cuentos de las niñeras”. La antigüedad de la iglesia de Compostela según
Jiménez de Roda data apenas de 109 años. Cesar Baronius (1538-1607),
futuro cardenal, confesor del papa Clemente VIII (1595-1605), funda su
critica a Santiago sobre la base científica del estudio de “la leyenda
de Compostela” y también sobre otros autores antiguos que habían
ignorado la existencia de la leyendas compostelanas, en particular una
carta del papa Inocencio I (401-417) donde se aseguraba que Pedro y
Pablo habían enviado no a Santiago sino a siete obispos para evangelizar
España. En 1879 dicen que “se encuentra” el cuerpo de Santiago,
mezclado con los cuerpos de dos de sus discípulos; descubrimiento
“autentificado” el 1 de noviembre de 1884 por la bula de León XIII. Sin
embargo, dicho papa no dice en absoluto como conclusión que las
reliquias de Santiago estén allí, confirma únicamente la sentencia del
arzobispo. La cual, según ella misma no habla más que de reliquias “que,
se dice, son de Santiago el mayor”. “Que, se dice, lo que esta en
contradicción con la afirmación de “que son”.
Segundo, “La
Chanson de Roland”. Hay autores que adjudican dicho relato al Obispo
frances de Pamplona, Pedro de Anduque (1083-1115), como primer
interesado en promover Roncesvalles, promocionarlo con el tema del
piadoso Roland traicionado por Ganelon. La apuesta por poner en valor
Roncesvalles a través de una infraestructura monástica que era preciso
rentabilizar, por lo que, antes de 1135, se redacto el relato
relacionándolo con la vía de peregrinaje a Santiago que coincide con la
instalación de los canónigos de San Agustín en el hospital de Nuestra
Señora de Roncesvalles en el año 1132. Una primera redacción del texto
parece remontarse a año 1133, en el cual todavía no se había insertado
el famoso retrato contrario a los navarros. El mito literario de
Carlomagno y de Roldan, derrotado ahora por los musulmanes, tiene el
efecto de haber incitado a las abadías a dotarse de este discurso
novelesco, multiplicando las copias del seudo Turpi para intoxicar a los
monjes con la ideología política y de cruzada.
Tercero, el
seudo protagonismo de Castilla. El papa Calixto II (1119-1124) convoca
una cruzada que le permite a su sobrino Alfonso VII de Castilla
proclamarse “emperador”.Para ello, según Turpin, Carlomagno incitado por
Santiago marcho a conquistar y liberar la tierra de los musulmanes. En
este tiempo alguna crónica expone ya que las tropas de Carlomagno en vez
de haber sido derrotadas por los sarracenos –según la impostura de la
Chanson de Roldand- cuando volvían a Francia, habían sido derrotadas
nada menos que por los castellanos que les habían impedido regresara su
suelo. En la crónica “del emperador” Alfonso VII la imagen de Carlomagno
que se refleja no es la de su biógrafo Eginhard ni la de los “anales
carolingios”, sino la de la apología política de la cual el seudo Turpin
es un testimonio “…el rey del imperio de Toledo, este era Alfonso que
tiene el titulo de emperador, y que seguía los altos hechos de
Carlomagno, ya que quería ser igual que el”. El rey de Castilla, en la
“crónica de Alfonso VII”, se declara, a propósito de su coronación como
emperador partidario de una visión que asumía el sueño de una supuesta
soberanía española hasta el rio Rodano, que habría existido según el
monje de Silos antes de la invasión visigotica: “los reyes españoles
gobernaron del Rodano hasta el mar que separa Europa de África”. Poder
imperial castellano al cual el arzobispo de Compostela añade una
dimensión espiritual.
El cuarto, las calumnias a los navarro en
el “Codex calixtinux”. En la versión antigua del “libro de los
milagros” se incluye un pasaje que constituye la urdimbre de una
falsificada historia de Navarra a partir de una leyenda imputada a Julio
Cesar. Esta versión en los manuscritos anteriores no figura. Se dice en
el que los navarros no formaban un pueblo homogéneo. Son producto de
tres poblaciones diferentes: los nubianos, los irlandeses – llamados en
el texo Escoceses- y los caudati de Cornualles. Según el texto estas
poblaciones habrían sido expulsado a los españoles de las regiones que
les pertenecían en propiedad. Los caudati son los equivalentes de los
cagots franceses, termino por el que se designa a los leprosos. El hecho
de que se les tenia como originarios de una línea no autentica, que
hacia de ellos seres humanos manifiestamente de segunda categoría. Que
una tal asimilación de navarros a leprosos tenga su plaza en el “libro
de los milagros”, a continuación de la primera versión del seudo Turpin,
trata de sugerir la presencia bajo Carlomagno “del emperador” de
España, el rey de Castilla Alfonso VII, del cual los navarros eran sus
adversarios. En el momento que Alfonso VII de Castilla busca la ocasión
propicia para apropiarse del reino de Navarra, la presentación de sus
habitantes como semisalvajes, justifica implícitamente una conquista de
Castilla bajo los colores aparentes de una empresa civilizadora. Lo que
fue el prolegómeno de la conquista por Castilla de la Navarra marítima
en 1200, así como en 1512 y en 1620 por los franceses.
El
“peregrinaje de Santiago” que aparece en el manuscrito de Ripoll
intensifica el discurso contra los navarros. Mientras que en la primera
versión del “libro de los milagros” no lo llevaba más que en el último
párrafo del “peregrinaje de Santiago”, que explica la manera muy amena
de la presencia de esta población, de nuevo desarrolla una descripción
de sus costumbres que va exactamente en el mismo sentido. Esta hecha
para recordar el origen imputado a los navarros. En esta versión, el
tenor general es la identificación de los navarros con los gascones,
comprendiendo de forma unitaria a toda Vasconia. Visten de la misma
manera, se parecen en costumbres en la mesa y en el acostamiento
colectivo, y por su lengua no menos animal que su manera de alimentarse.
Su mentalidad también es comparable y parcialmente idéntica a la de los
gascones reconocidos “deslenguados, borrachos, glotones”, con una
exageración sensible en todos los dominios, en particular en lo
referente al impudor.
Al manipular, a través de intencionados
relatos fantasiosos, el acto victorioso de resistencia del pueblo vascon
al imperialismo franco se convierte en una fuente de relatos literarios
de velada apología de las conquistas. Así la justificación al
expansionismo de Francia y España deviene desde este origen local
intraeuropeo, por un efecto domino en el inicio de las empresas
coloniales europeas en todo el mundo: Portugal, España, Holanda,
Inglaterra, Francia… En Orrega dejamos testimonio de defensa y
afirmación de la unidad, la libertad, el euskera, y de la recuperación
de la soberanía de esta sociedad, en el lugar de la victoria vascona que
consolido la independencia de Navarra. Pro libertate Nabarra.
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